viernes, 9 de marzo de 2018

No utilizarás el nombre de la seguridad en vano

¿Te has parado a pensar alguna vez que los que regulan las actividades recreativas en aviación se parecen sospechosamente a esos curas que dan el cursillo prematrimonial a quienes quieren casarse por la Iglesia?


Los curas ni tienen ni tendrán nunca relaciones sexuales, ni hijos, ni familia, ni se casarán ni pasarán por las mil situaciones que derivan de la vida en pareja. Todo lo que conocen sobre el tema es pura teoría dominada por el ideario de una más que discutible doctrina de la Iglesia que no todos comparten, razón por la que hay tantas religiones y hasta sectas dentro de una misma Iglesia.

Pero, curiosamente, necesitas contar con su visto bueno y sus bendiciones para que, en el seno de tu Iglesia, puedas acceder a una vida plena que ellos, los ministros de tu Iglesia, solo verán desde sus púlpitos sin jamás experimentarla.

Pues si cambias a los ministros de la Iglesia anteriores por ingenieros y controladores, que son los perfiles que dominan el equipo humano que gestiona y administra la aviación recreativa en España (a fin de cuentas una comunidad, una Iglesia, con un mismo interés principal: velar por la seguridad de los vuelos) diciendo, desde la distancia y con nulo conocimiento práctico de la realidad de la aviación recreativa, lo que es seguro hacer y lo que no, ya tenemos un chocho (con perdón) montao.

Así es como nos suenan a veces nuestros ministros de la Iglesia pontificando sobre lo que desconocen y
equivocándose en sus apreciaciones sobre los riesgos del vuelo libre.

Curiosamente este libro de estilo se repite en la administración aeronáutica si lo comparamos con la Iglesia. Cuando algo restringe las libertades de los feligreses pero no se justifica adecuadamente, pretendiendo que sea de obligado cumplimiento, siempre se trata de cerrar toda discusión con algo que no tiene cuestionamiento posible, lo que en religión se denomina un dogma de fe.

Verbigracia. Dices que quieres hacer algo que, obviamente, el ministro de la Iglesia de turno (funcionario o gestor aéreo) no entiende porque jamás lo ha practicado ni estudiado (como éso de vivir en pareja los curas) que pongamos que es volar en parapente en una "zona controlada" situada a 20 km de un aeropuerto y dentro de un valle por el que no debería ni asomar la nariz un avión de transporte de pasajeros.


Los ministros de la Iglesia, alarmados por la presunta herejía y ante su desconocimiento de las implicaciones que supone esa actividad para su Iglesia, se agarrarán con uñas y dientes al dogma de fe indiscutible de que éso no se puede hacer "por seguridad".

Vamos, lo mismo que el dogma de la Santísima Trinidad, que no hay Dios (con perdón nuevamente) que lo entienda pero lo tienes que aceptar como verdad absoluta.


¿Por "seguridad", y punto en boca, que todas las discusiones terminan cuando se dice la palabra mágica si no quieres ser excomulgado? ¿Basándose en qué evaluación de la seguridad de la actividad y hecha por qué perfil de expertos? ¿Quizá por "supuestos expertos" que no han volado en parapente en su vida (ni, si nos apuran, en ninguna otra aeronave como pilotos al mando) y que tienen por toda "experiencia de vuelo" una ingeniería o un curso de controlador, y como referencias normativas las desarrolladas para la aviación comercial de transporte, careciendo de cualquier tipo de experiencia de vuelo más allá de haber volado en clase turista de IBERIA?


Si éso se lo dices a un feligrés que sabe muy bien de lo que habla y además lo haces con cierto desdén autoritario y paternalista, como hemos dicho, tendremos un buen chocho (con perdón, otra vez) montao.

El pobre feligrés (donde dice feligrés entiende que nos referimos al usuario recreativo del espacio aéreo), a veces también profesional del ramo y con el culo pelao de volar como piloto al mando, se encuentra ante la tesitura de plegarse ante el dogma de fe (que en teoría está ahí "para protegerle") o discutirlo constructivamente en base a su mejor y mayor experiencia que, en estos casos, es indiscutiblemente superior a la de los ministros de su Iglesia.

Aún a riesgo de excomunión y ostracismo, que es como se la suelen gastar en una Iglesia contrariada.


Pero es que, moralmente, utilizar el nombre de Dios en vano es un pecado capital aunque lo cometa un ministro de la Iglesia y, por mucho que nos duela, nuestra Iglesia (nuestros gestores y autoridades aeronáuticas) lo hacen sin ruborizarse cuando usan "la seguridad" como excusa para prohibir desde su púlpito lo que desconocen.

No es aceptable dar lecciones de "lo que es o no es seguro" cuando nunca se ha vivido en pareja, señor cura. Es más, se termina minando la seguridad de vuelo cada vez que se nombra el bien supremo de la seguridad en vano.

¿A que sí, Moisés?

En fin. Vaya rollo hemos contado con la tontería esta que tenemos sobre la mesa de la promulgación de zonas de vuelo para que sean utilizadas por los feligreses del vuelo libre. Pero, como dio a entender aquel profeta (para unos, que para otros también es Dios, uno y trino): el que tenga ojos para ver y oídos para oír...



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