Uno de los pilotos que forman parte de nuestra consultoría, con unos miles de horas de vuelo a sus espaldas, siempre nos previene de incurrir en esa confusión recordando lo que le decía uno de sus instructores allá en el siglo pasado cuando "empezó a volar", que no "aprendió a volar" como diría alguno porque, a volar, siempre se está aprendiendo.
No es lo mismo tener mil horas de vuelo que haber hecho mil veces la misma hora de vuelo.
Y llevaba más razón que un santo porque no se puede comparar, por poner un ejemplo que se entienda rápido, a dos pilotos con 1.000 horas de vuelo cuando uno de ellos ha dedicado 100 ó 200 horas a formarse inicialmente con varios instructores, otros cientos a hacer vuelos de travesía en todo tipo de condiciones meteorológicas y con las herramientas más básicas (compás, cartas y un cronómetro, como mucho, no hace falta más), además se seguirá reciclando y recibiendo regularmente instrucción de otros pilotos e instructores con más experiencia que él (aunque sea solo en un campo determinado) y habrá volado un buen número de aviones distintos; mientras el otro piloto, con idénticas "horas de vuelo", salió de su escuela con las mínimas horas necesarias para presentarse al examen y, tras aprobar, todo su curriculum aeronáutico se reducirá a algún viaje en días de anticiclón mirando al GPS y volar "de palomar" los fines de semana de "sol y moscas" en el mismo avión de siempre.
Quizá sea un ejemplo radical (pero verídico y fácil de encontrar) de pilotos "con las mismas horas de vuelo" que no tienen ni por asomo la misma experiencia y, posiblemente, su competencia sea muy distinta a los mandos.
Porque es habitual ver como se confunde "tener experiencia" con "ser competente" sin tener en cuenta que para ser competente, además de tener experiencia, hay que haberla asimilado y no solo pasado por ella. Hay que aprender y aprehender, como diría uno de los mejores instructores de la aviación recreativa en nuestro panorama nacional.
El problema viene cuando, de tanto oírlo decir, el piloto veterano de las mil veces la misma hora de vuelo se lo cree y se atreve a pontificar dada su "amplia experiencia". En ese momento se convierte en un peligro para sí mismo y para quienes aconseja, que suelen ser novatos cegados por el aura de las horas de vuelo que tiene del veterano.
Pero lo peor puede ocurrir cuando nuestra administración aeronáutica, tan inculta aeronáuticamente hablando como lo es toda nuestra sociedad para todo lo que no sea aviación comercial de transporte, adopta la referencia de las horas de vuelo como prueba de la competencia de un piloto y opta por utilizar ese factor cuantitativo sin tener la precaución de verificar su vertiente cualitativa, la competencia e idoneidad del piloto, antes de otorgar ciertos privilegios.
En pleno proceso estamos de habilitación de la primera promoción de examinadores para ULM, así esperemos que el filtro que la AESA imponga para tal responsabilidad vaya más allá de contabilizar méritos como hasta ahora han hecho con las "horas de vuelo" y se verifique la competencia de los futuros examinadores, tanto inicialmente como de forma continua, tal y como hacen los países aeronáuticamente civilizados.
¿Adivina qué es lo que más ha pesado a la hora de seleccionar a los que acceden al curso de habilitación como examinadores de ULM? Si, las dichosas horas de vuelo de los aspirantes, por su cantidad que no por su calidad. A tiempo está la AESA de enmendar el potencial error, si quiere.
