lunes, 31 de octubre de 2016

La sutil diferencia en el trato a la aviación general

El pasado fin de semana se celebraba el Centenario del "Palace" en la Base Aérea de Cuatro Vientos, con un éxito poco visto en estos saraos tanto por la ausencia de incidentes, variedad y calidad de contenidos, aforos completos en las actividades así como una atípica operación de aeronaves ultraligeras en un entorno, el del aeródromo de Cuatro Vientos cuna de la aviación española, que habitualmente tienen prohibido.


Igual en una futura entrada de este blog habrá oportunidad de comentar los contenidos de la más aeronáutica de las actividades, la jornada de seguridad de vuelo, y seguramente lo haremos.

Pero nos resulta más interesante resaltar, antes de que se olvide en el anonimato de las pequeñas buenas acciones, lo que pocos vieron porque, como dicen los anglosajones, "el diablo está en los pequeños detalles" así como la excelencia y el ejemplar funcionamiento de las instituciones puestas al servicio del ciudadano.

Seguro que muchos de los pilotos que lean esta entrada habrán tenido una avería o una incidencia en un aeródromo público y podrán dar fe de la diferencia de trato que se percibe cuando ésto ocurre en uno gestionado por militares y otro por civiles. Por regla general evidentemente porque excepciones no suelen faltar, si la instalación está gestionada por AENA, una pequeña avería se suele convertir en una sucesión de problemas, gastos superfluos e innecesarios, pérdidas de tiempo y, a veces, en un auténtico dolor de muelas que complica hasta el infinito lo que en esencia tiene una solución bien sencilla.


La primera indicación de que las cosas se complican suele ser la mala cara del empleado de AENA de turno que ve como se le tuerce lo que prometía ser una jornada rutinaria. Luego vendrán los permisos y la BURROcracia para hacer cosas poco frecuentes, pero absolutamente necesarias, como autorizar el simple acceso de un mecánico con su vehículo "no autorizado" y sus herramientas a una plataforma que puede, para más inri e incredulidad por lo que ocurre del usuario, que no tenga casi movimientos.

Luego, a lo peor, vendrá tener que dejar el avión sin haberlo previsto en la instalación (con sonido de caja por pago de tasas abusivas pero legales) y buscar alojamiento a la tripulación si tuviera que pernoctar porque ya se le haya hecho tarde o la avería no pudiera ser resuelta sobre la marcha. En esencia, el afán del gestor por facilitar la resolución del incidente, en vez de complicarlo con reglamentación y burocracia desproporcionada y de escaso sentido común, es algo que no se suele percibir demasiado en la red de AENA.


Pero, gracias a Eolo y su viento inspirador, que te ocurra un incidente de éstos en una instalación gestionada por el Ejército del Aire (un simple pinchazo cuando estás a punto de despegar y con la hora pegada al culo para regresar a casa) puede ser una experiencia que nada tiene que ver con lo anterior.

Así la tripulación de un ultraligero, una de las muchas que accedieron a la jornada de seguridad en vuelo, se quedaba tirada en la B. A. de Cuatro Vientos el sábado por la tarde rodando a cabecera y sin tiempo para reparar un pinchazo y llegar a su destino antes del ocaso.


Sin más necesidad que la de decir por la radio lo que les estaba pasando, la reacción del personal militar anfitrión fue inmediata y ejemplar (vamos, lo habitual en la mili y éso que echamos tan de menos en la red de AENA):
  • proveyendo (gratis et amore) medios para la reparación: herramientas, mecánico y todo lo que hiciera falta.
  • visto que se hacía tarde y no había posibilidad de alojamiento en un Madrid a tope por el puente de Todos los Santos, facilitando alojamiento en la misma Base a la tripulación hasta que pudieran abandonarla en vuelo el día siguiente.
  • y, lo que más se agradece, desdramatizando la situación y confortando a la tripulación que bastante tiene con el contratiempo y con dar explicaciones a sus sargentas, que les esperaban al anochecer en casa.
Y todo con solo insinuar lo que se necesita, sin formularios, burocracia ni desgana alguna.

Es más, dado que la Base también tenía sus alojamientos al completo debido al evento del centenario, el mismo Coronel Jefe cedió su alojamiento personal en el Pabellón de Oficiales ("El Palace"), el mismo edificio del que se celebraba su centenario, aunque el hecho de que el Coronel Roselló sea, además de aviador militar, aviador civil y piloto de ultraligero seguro que fue anecdótico a la hora de ceder su casa a unos colegas: está en el ADN militar la vocación de servir al ciudadano.

Ovación.

Lástima que en muchos servicios y gestores de lo público no sea tan de serie esa vocación de servicio y aplicación del sentido común y la empatía cuando se trata de entender y atender a un ciudadano con un problema, ya sea de su competencia o no.




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