jueves, 9 de octubre de 2014

Reviviendo viejos errores en los RPAS

Los más carrozones del lugar recordaréis aquel programa de televisión de finales de los 70, cuando solo había la TVE y la “UHF”, que se llamaba “La Segunda Oportunidad”.


Pues emulando a su presentador y pionero en la difusión de la seguridad vial, el periodista del motor Paco Costas, un generoso grupo de expertos y público cualificado reunido por iniciativa del COPAC se ha enclaustrado en Madrid esta semana, durante dos días, para detectar y advertir a la administración sobre las debilidades (y oportunidades) que presenta la nueva niña bonita de la aviación: los RPAS.

Las conclusiones han sido muchas y variadas y seguro que empezarán a circular en breve por los foros especializados pero, de todas ellas, ha habido una que ha destacado sobre las demás porque no es la primera vez que la autoridad aeronáutica española tropieza con ella cuando se trata de la expedición de licencias no EASA, esto es, responsabilidad de la autoridad nacional (AESA): la deficiente formación.


Y es que la sostenibilidad del sector emergente de los RPAS depende indiscutiblemente de la calidad de la formación de sus operadores y pilotos, de su cultura de la seguridad, para compatibilizar sus actividades e integrarlas con seguridad con el resto de usuarios del espacio aéreo.

Esta conclusión, que es la más alarmante, ha sido clara y quedado patente al conocerse de primera mano que, la falta de previsión y supervisión de la administración ha propiciado que se hayan/estén ofrecido/ofreciendo desde las ATOs cursos teóricos “con contenidos similares al sílabus del PPL” de 60 horas lectivas presenciales a realizar en, prácticamente, una semana; cuando lo habitual (y razonable si se pretende que el alumno asimile los conocimientos) es administrar esos contenidos en un periodo que oscila ente los 2 y los 6 meses en función del perfil del alumno.

Tal aberración pedagógica, además, ha conseguido que escuelas que tienen un porcentaje de alumnos presentados y aprobados a los exámenes oficiales (realizados por SENASA y no por la propia ATO) en torno al 80%, obtengan en sus propios “controles internos” (exámenes realizados por la propia ATO sin supervisión de terceros) un curioso 100% de alumnos aprobados.

¿A qué huele ésto? Más bien a expendeduría de certificados que a excelencia en la formación.


Desde luego no huele a cultura generativa de la seguridad de los que volamos sino, más bien a una mezcla de cultura burocrática con tintes de patológica cuando toque “exculparse” porque alguien te acuse de haber primado el “hacer caja” ante una punta de demanda de certificados de los operadores de DRONEs, que necesitan desesperadamente ese papelito para regularizar su actividad, en vez de la vocación que debe tener una organización de formación (aprobada por la autoridad aeronáutica europea y supervisada por la española) de aspirar a la excelencia en la formación de sus alumnos.


El problema (la piedra) ya está en los cielos, como ocurrió en su día con los requisitos formativos de los pilotos de ULM en los que se “relajó” la supervisión de la autoridad hasta el punto de que, aprobar el teórico de la licencia de piloto de ULM, era tan sencillo como asistir a una de aquellas "escuelas" que garantizaban el 100% de aprobados a sus alumnos con medios poco honorables, lo que propició que se expidieran centenares de licencias a personas más preocupadas por “tener un papelito que diga que soy piloto” que por volar con seguridad, para ellos mismos y para los que compartimos el mismo espacio aéreo.

Otra falla latente en la seguridad de vuelo.


Así que, parafraseando la locución con que empezaban todos los programas de “La Segunda Oportunidad”, solo se nos ocurre decir: “La AESA es la única administración pública que tropieza dos veces en la misma piedra... que bueno sería que en esta ocasión aprovecharan esta segunda oportunidad”.


Actualización 09102014: Nota de prensa de uno de los discursos inaugurales, por la Directora de la AESA.

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